Seis de diciembre: Construyamos otra constitución

Mañana seis de diciembre Ateneo Republicano de Zaragoza convoca junto a IU, UJCE, PCE y ZeC una concentración en la plaza de España de Zaragoza para reclamar el inicio de un proceso constituyente que nos lleve a definir una nueva carta magna que blinde los derechos fundamentales de las personas, consagre la igualdad, la guerra a la pobreza, a la exclusión y garantice servicios públicos completos, gratuitos y de calidad.

A continuación os dejamos el manifiesto conjunto:

Manifiesto Construyamos otra constitución

Hoy hace treinta y nueve años que se aprobó una constitución que debía sacarnos de la larga noche del franquismo. Hace treinta y nueve años se aprobó una constitución de circunstancias en la que se nos prometía un nuevo comienzo, olvidar una dictadura, una represión y una privación de libertades que había abrazado a tres generaciones.

Se redactó con ruido de sables de fondo y bajo la mirada atenta de los poderes fácticos que no querían enterrar al régimen y que hoy siguen postergando una ruptura que, casi cuarenta años después, no ha llegado.

Hoy hace casi cuarenta años se nos prometió un nuevo país, una nueva sociedad, un nuevo estado. Y es cierto que, no sin esfuerzos, avanzamos. Avanzamos para que no se expulse a nadie de la sociedad por su condición sexual o identidad de género. Avanzamos hacia la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Tenemos derechos civiles, sindicales, laborales individuales y de grupo…pero dependen de la interpretación del partido gobernante en cada momento. Y gozamos de la oportunidad de elegir a nuestros representantes en las instituciones públicas.

¿Todo esto nos ha sido dado? No. Lo hemos peleado, lo hemos luchado en las calles, hemos militado y hemos pagado con represión, cárcel y sudor cada avance, cada derecho.

Hoy estamos aquí porque todo lo que hemos conseguido está en peligro. Y es que la Constitución no se puede reformar en la línea de la reforma que ya se hizo con el 135. A espaldas de la sociedad  y primando a los ricos frente a la gente. Queremos que el proceso constituyente ponga en el centro la vida y a las personas. Pelearemos para evitar que perdamos derechos ya reconocidos para favorecer  a una economía voraz e inhumana, la economía neoliberal. Necesitamos estar preparados.

Hoy estamos aquí porque ante la oportunidad de modificar la Constitución queremos más. Queremos una nueva constitución que sustituya la que ha dado lugar al régimen del 78, anacrónica, incapaz y caduca. Queremos más derechos, y que los que tenemos no se vean amenazados por intereses espurios. Queremos no tener que reivindicar todo aquello que nos pertenece por la sencilla razón de ser y tener que pelear por lo que nos corresponde como seres humanos libres. No queremos que se pueda cuestionar nuestro derecho a una vida digna, a un trabajo digno, a un techo y a una educación laica e igualitaria.

Hoy estamos aquí porque queremos reivindicar el derecho a decidir nuestro destino, nuestro futuro y nuestro camino. Queremos abrir un debate necesario y que ese debate se haga contando con todo el mundo, que no se pacte en despachos, que las calles y plazas se llenen de gentes, propuestas y diálogos. Queremos un proceso constituyente e incluyente que proteja la independencia de la justicia. Queremos construir una constitución que no esté sujeta a interpretaciones partidistas. Queremos una constitución que garantice la pluralidad, el respeto y la diversidad, ¡construyamos!

Construyamos un nuevo país en el que la pobreza no tenga cabida y que las oligarquías económicas no condicionen la política.

Construyamos un estado en el que podamos decidir quién nos representa y hasta cuando. No queremos una familia real intocable y protegida por una justicia cómplice que no hemos elegido y que confunde los favores personales con las obligaciones institucionales.

Construyamos un mundo en el que niñas y niños sean iguales, no deban luchar para romper techos de cristal y rompan con los roles de género artificiales e impuestos. Un mundo en el que no importe con quién te acuestas y con quién te identificas. Un país donde los derechos sexuales y reproductivos sean derechos constitucionales.

Construyamos ciudades en las que una mujer no tenga miedo de andar sola por la calle sea la hora que sea. En las que la educación feminista no sea una opción sino la norma. Y la corresponsabilidad en el cuidado la garantía de la igualdad efectiva.

Construyamos una realidad en la que la dignidad no sea moneda de cambio para poder garantizar un sustento. En la que el trabajo y la vivienda no sean solo palabras en un artículo de la ley.

Construyamos una constitución en la que la Sanidad, la Educación, las pensiones  y los Servicios Sociales estén blindados, sean efectivos, públicos, universales y de calidad.

Construyamos, construyamos para que las familias sean variadas, múltiples e iguales en derechos. Para que la diversidad funcional no sea minusvalía. Para que juventud y la infancia tengan un futuro, la educación no sea privilegio y el futuro algo más que una incertidumbre. Para que la religión de una parte no sea la parte del todo y el estado sea laico y aconfesional en todas sus expresiones. Para que las urnas gobiernen a las banderas, el derecho a decidir un derecho inalienable y el derecho a la información no sea cercenado por la aplicación disimulada de la censura por parte de quien los controla, mintiendo y generando opinión a favor de sus intereses.

Construyamos una nueva constitución, una sociedad, un estado, un mundo en el que las leyes estén vivas y sirvan a las personas. Que rompa la dinámica bipartidista en la que la radicalidad sea el motor de cambio y progreso.

Porque si no somos nosotras, otros con sus intereses lo harán. Construyamos lo que queremos, construyamos.

 

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¿Por qué no se planteó la República durante la transición?

La desaparición del dictador en 1975 fue el motor de arranque para un cambio histórico. Duró 40 años, vino impuesto por la fuerza, tras violentar y pulverizar el gobierno de la II República elegida libremente por los electores. Este periodo dictatorial de Franco se generó por el Golpe de Estado fracasado, que los militares rebeldes lo convirtieron en una cruenta Guerra Civil no deseada, a través del terror con la complicidad y ayuda de la Italia fascista y la Alemania de Hitler, así como la política de «No Intervención», de las democracias europeas.

El franquismo consiguió la casi total anulación del pensamiento de la clase trabajadora, motor de cualquier movimiento en pro de libertades. Sus llaves maestras fueron el terror, el asesinato, las cárceles y las torturas.

¿Monarquía o República? Adolfo Suárez reconoció en 1995, en una entrevista recientemente emitida por La Sexta Columna, que tuvieron en mente un referéndum sobre esta posibilidad y lo descartaron porque las encuestas daban ganadora a la opción republicana. Pero era una idea fracasada, porque no cabía en el estrecho camino de los que tutelaron la Transición.

¿Por qué? Porque el sistema de la Transición fue el de élites pactando, repartiéndose cargos, instituciones y prebendas. Con el poder en las manos ocultaron sus pasados y se convirtieron en demócratas. Los últimos asesinatos del dictador, (que no los últimos del posfranquismo), los cometió tan solo siete semanas antes de su muerte, frente a la oposición mundial.

Con la muerte del dictador, los beneficiarios de la situación, quedaron desamparados y comprometidos. Enfrente, una creciente pero mínima oposición tuvo que revolverse a las desastrosas condiciones creadas. Difícil pensar en una restauración republicana, con una mayoría de la clase trabajadora mirando más, a la consecución de mejores salarios y al salto de sus hijos a las universidades, como así sucedía.

Dos días después de la muerte de Franco, Juan Carlos fue nombrado rey de España, jurando ante las Cortes cumplir las Leyes Fundamentales del Reino y guardar lealtad a los principios del Movimiento Nacional”, pasando por alto la decisión del pueblo. Somos un país que despachó a la realeza un 14 de abril y Franco alumbró otra para el futuro, más útil y manejable, porque no la restauró, sino que la instauró.

Sin fuerzas progresistas activas, Franco lo redujo a: «monarquía o la nada». Pacientemente programó su triunfo. Eligió al hijo y a la vez, ninguneó al padre. Y así seguimos. Nadie ha intentado desde el Parlamento el desarrollar ningún proyecto de democracia de nuevo modelo. Ha interesado más el mantener el bipartidismo consensuado.

La batalla y origen de la Transición la empezaron Juan Carlos I, Torcuato Fernández Miranda y Santiago Carrillo, aceptando este camino la Junta Democrática, (PCE) y Convergencia Democrática, (PSOE), que se unieron, en el pacto como:»PLATAJUNTA».

En esta línea de lucha, aún con distintos intereses, estaban los sindicatos libres recién autorizados, una gran parte del país formada por trabajadores, estudiantes, intelectuales, artistas, una pequeña parte del Ejército y otra de la Iglesia contestataria. Enfrente y con las manos al cinto, vigilaban los que deseaban perseverar el «estatus quo», a cualquier precio.

La Transición fue el punto de arranque para hacer desaparecer el pasado reciente, la memoria viva, la amnesia total, el olvido de los hechos acaecidos en la G.C. y durante la dictadura, con el punto final, de la amnistía de 1977, idéntica para reos y verdugos. Fue otra de las bases con que se confeccionó la Transición, a imagen de una mayoría continuista, donde los franquistas solamente tuvieron que cambiar la chaqueta de siempre, por la de demócratas de toda la vida. A este tratado se sumaron todos aquellos cuyas manos estaban manchadas hasta los codos, unos por crímenes, otros por dilapidación y corrupción y muchos por ambas causas, siguiendo el consenso pactado precisamente, desde la muerte del dictador hasta la reforma de Suárez de 1976, y el nacimiento de la Constitución de 1978.

Sus artífices pasaron de puntillas en artículos espinosos, como la laicidad, olvidando la separación Iglesia-Estado, dejando altamente favorecida a la Iglesia con el Concordato, en funciones desde 1953 y las ambiguas formas de tratar el estado aconfesional de España. Fue la élite política la favorecida, en la cual quedaron totalmente integrados la mayoría de los políticos que obtuvieron mandato durante el franquismo. «Mucho cambio para que nada importante cambiase». Siguieron los mismos, con distintos collares. La política mantenida hasta hoy día, después de 40 años de democracia, es la prueba, tenemos una oposición débil y una izquierda liberal desunida y en minoría.

Hemos sufrido un manejo interesado de la Historia desde la base de que todo aquello que algunos conocemos, lo han convertido en un tesoro que pertenece a la Patria y no interesa que se conozca, porque afectaría a todos, es decir, a los propios ciudadanos que la vivieron, incluyendo a los sediciosos. Lo que importaba era el olvido, que al final, lo hemos heredado.

Yo, suscribo que: la Historia ha de enseñarse desde los Institutos de forma profunda, con coherencia y sin miedos. ¿Por qué nuestros jóvenes la desconocen, a pesar de que está presente en los libros de 4o de ESO y 1o de Bachiller?… Es fácil sacar conclusiones.

Ha sido el seguimiento del …»Todo atado y bien atado». Ahora, nos queda el futuro… que seamos capaces de generar.

Félix Tundidor

28 de octubre de 2017

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